Gian Carlo Delgado Ramos. 2018. "Transición urbana, sustentabilidad y cambio climático: una lectura de las resistencias, tensiones y contradicciones desde la actual política estadounidense", en: Rueda Abad, J.C., Vázquez García, V., y Lucatello, S. Del oasis al desierto: la política anti-climática de Donald Trump. PINCC-UNAM. México. pp. 95-114. ISBN: 978-607-30-0316-2.
Introducción
La creciente erosión de las fronteras planetarias, particularmente desde la segunda mitad del siglo XX, ha generado implicaciones socioecológicas importantes, desde la transformación de la superficie terrestre y la pérdida de biodiversidad, hasta el cambio en la composición de la atmósfera y la alteración de los ciclos biogeoquímicos del planeta (Steffen et al, 2015).
La complejidad, velocidad y dimensión de tales alteraciones son tales que puede suponerse que estamos ante un punto de quiebre, entre el eventual colapso como humanidad, al menos tal y como la conocemos, y la necesaria transición hacia caminos más sustentables, resilientes, incluyentes y justos; contexto en el que lo urbano es sin duda un componente central. Por un lado, en tanto principal espacio responsable del cambio global ambiental, y por el otro, como lugar en el que inevitablemente se juega la búsqueda y construcción de soluciones (Biermann 2016) .
Lo urbano ante el cambio global ambiental
Con una población mayoritariamente urbana, y que tiende a ser dos terceras partes del total mundial para el 2050, los asentamientos urbanos son sin duda espacios críticos para entender y atender el cambio ecológico global. Por un lado, porque las interdependencias y conexiones de lo urbano, producen complejas relaciones, sinergias e impactos a diversas escalas. Por el otro, porque es ahí donde se genera el 80% de la riqueza mundial, se concentra buena parte de los espacios de poder y de toma de decisiones, y se emplaza el grueso de los medios de producción e infraestructura, la cual suma globalmente un stock de 792 mil millones de toneladas de materiales y absorbe para su renovación y expansión cerca de la mitad del total global de materiales y energía extraídos anualmente (Krausmann et al 2017).
El espacio urbano es responsable del grueso de la degradación ecológica, desde la contaminación de aire y agua, hasta la emisión directa e indirecta de emisiones de gases de efecto invernadero en un rango de entre el 71% y 76% del total de emisiones globales (IPCC, 2014); una contribución que es sin embargo desigual, tanto entre unos y otros asentamientos urbanos, como hacia adentro de ésos. Y, dado que las asimetrías imperantes influyen en las propias capacidades de transición urbana, el reto de la transición urbana es complejo y sin duda multidimensional en tanto que incluye todo un abanico de implicaciones económicas, políticas, socio-técnicas, culturales y ambientales derivadas, por un lado, de las profundas transformaciones que ya experimentan los propios espacios urbanos a escala local-regional y, por el otro, de aquellas resultantes de la acelerada evolución hacia una urbanización a escala planetaria (Brenner 2014) .
Con sus diversas lecturas y énfasis, desde la academia se plantean múltiples nociones conceptuales e imaginarios para orientar la transición urbana, pasando por los que plantean la “ciudad sustentable y resiliente”, hasta los que prefieren hablar de la ciudad ecológica (ecocity), de bajo carbono, inteligentes (smart-city), verdes (green-city), o circulares (circular city), es decir, aquellas que buscan cerrar ciclos de energía y materiales.
La diversidad conceptual de propuestas, es reflejo de la complejidad inherente a la transición y transformación urbana, no sólo debido a las especificidades biofísicas, económicas, socioculturales y políticas de cada asentamiento urbano, y a la complejidad del proceso mismo de construir estrategias concretas y exitosas, sino además porque no hay un consenso sobre lo que puntualmente significan las nociones conceptuales propuestas, dígase por ejemplo de “sustentabilidad urbana”. Lo dicho se debe a la existencia de un amplio conjunto de objetivos ambientales, económicos, sociales, políticos, demográficos, institucionales o de gobernanza que pueden perseguirse, sea de manera incluyente o desigual, y a diversas escalas espaciales y temporales. Por ello, puede sostenerse que cualquier noción de “ciudad sustentable” –o similar- es obligadamente de carácter reflexiva puesto que requiere de un posicionamiento explícito sobre qué entendemos por sustentabilidad y, sobre todo, de cómo planteamos transitar y eventualmente, de hecho, transformar los asentamientos urbanos. Esa es pues la complejidad que de fondo involucra el cumplimiento del undécimo Objetivo de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas referente a “ciudades y comunidades sostenibles” (www.un.org/sustainabledevelopment/es/cities/). Lo mismo aplica para el caso de la nueva agenda urbana de HABITAT y el Acuerdo de París. En este último caso debido a que muchas de las medidas de adaptación y mitigación toman cuerpo a escala de lo local y especialmente de lo urbano.