Por Gian Carlo Delgado Ramos* | ➜
Revista TELECAPITA.
10 de Agosto de 2016. México.
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Introducción
La urbanización ha alcanzado en el siglo XXI una escala planetaria. Se trata de una tendencia que continuará profundizándose: en 2050 el 66% de la población mundial vivirá en alguna ciudad; hoy es el 54 por ciento. Ese aumento en la población urbana se dará en un 90% en países en desarrollo, con regiones muy dinámicas en Asia y África.
En México, pese a ser ya 72.3% urbano, se experimentará una mayor urbanización al alcanzar una población 86% urbana en el 2050. De las 384 ciudades que hoy día componen el Sistema Urbano Nacional, 135 que conforman el denominado “sistema principal” y que suman 74 millones de habitantes, seguirán expandiéndose. La zona megalopolitana del centro del país así como las zonas metropolitanas de Guadalajara y Monterrey, continuarán siendo dominantes, no sólo en términos de su población sino también por su relevancia económica y política. [1] Otros asentamientos tendrán peso, pero sobre todo en el ámbito local-regional, tal es el caso, por ejemplo, de Tijuana, León, Aguascalientes o San Luis Potosí.
La ciudad contemporánea de cara al siglo XXI
La figura de ciudad contemporánea, resultante de un intenso proceso de expansión del suelo construido así como de importantes flujos migratorios de lo rural a lo urbano, sobre todo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, ha logrado concentrar el grueso de oportunidades de trabajo, del poder político, de medios de producción, educación, infraestructura, servicios, cultura, etcétera. No obstante, enfrenta también cada vez mayores dificultades, límites y retos, tanto económicos, como políticos, socio-culturales y ambientales.
Si bien el perfil e intensidad de tales dificultades, límites y retos varían para cada asentamiento, en general destacan aspectos comunes como lo son: la creciente contribución de lo urbano a la degradación de la naturaleza y a la agudización del cambio climático; el llevar servicios públicos al grueso de población de manera accesible y asequible y mantenerlos operando con calidad en el tiempo; el reto de conlleva la planeación sustentable del territorio con visión de largo plazo; la mejora de la calidad de vida y la habitabilidad urbana; la disminución de las desigualdades imperantes de cara a procesos de gentrificación/segregación; la reducción de vulnerabilidades ante peligros y fenómenos socioambientales; el fortalecimiento de mecanismos de participación ciudadana; etcétera.
El análisis integral de esos y otros aspectos, es decir del fenómeno de “lo urbano” como un todo, es clave en cualquier esfuerzo de transición y transformación de los asentamientos urbanos, los cuales, cabe subrayarlo, se perfilan al mismo tiempo como espacios de oportunidad. En tal sentido, los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) de Naciones Unidas, especialmente el objetivo undécimo aboga por transformar las ciudades, y en general los asentamientos humanos, hacia unos cada vez más inclusivos, seguros, resilientes y sustentables. Del mismo modo, existen otras iniciativas de parte de gobiernos y/o actores no-estatales que abogan por ciudades más vivibles y de bajo carbono (por ejemplo iniciativas como las del C40 – Cities Climate Leadership Group [ww.c40.org], del Council for Local Environmental Initiatives – ICLEI [ww.iclei.org], o las registradas en Carbonn [www.carbonn.org]).
La apuesta no es menor ni lineal, no sólo debido a la diversidad de especificidades de cada ciudad y a la complejidad del proceso mismo de construir estrategias concretas y exitosas, sino además porque no hay un consenso sobre la noción de “ciudad sustentable”, ello en tanto que existe un amplio conjunto de objetivos ambientales, económicos, sociales, políticos, demográficos, institucionales y de gobernanza que pueden perseguirse, sea de manera incluyente o desigual, y a diversas escalas. Este último punto es de importancia pues una ciudad no sólo se debería considerar su sustentabilidad dentro de sus límites biofísicos, sino también tendría que reducir o evitar la transferencia de costos socioambientales a otros territorios (incluyendo aquellos de devienen de la importación de bienes y servicios).
Aunado a lo antes dicho, una ciudad resiliente, se perfila normativamente hablando como aquella que en toda la complejidad de sus redes socioecológicas y sociotécnicas constitutivas, tiene la capacidad para transformar, transitar, mantener o regresar rápidamente a funciones socioeconómicas, político-institucionales y ecológicas deseadas de cara a perturbaciones, todo con el objeto de reducir las desigualdades sociales, adaptarse ante los efectos del cambio climático y la degradación ambiental, y transformar oportunamente los sistemas que limitan la capacidad adaptativa, actual y futura.
Lo dicho significa entonces que cualquier noción de ciudad sustentable (y resiliente) es obligadamente de carácter reflexiva en tanto que requiere de un posicionamiento explícito sobre qué entendemos puntualmente por sustentabilidad y de cómo planteamos concretamente transitar y transformar los asentamientos urbanos de hoy día.
Caminando hacia ciudades sustentables y resilientes: una breve mirada
En el esfuerzo para transformar-transitar hacia ciudades sustentables y resilientes, cuatro son las dimensiones o paredes constituyentes de lo que he calificado (Delgado, 2016) como pirámide de la sustentabilidad y resiliencia urbana: (1) la dimensión ecológica o dinámicas biofísicas, (2) la económica, (3) la socio-cultural, y (4) la de gobernanza o de competencias y estructuras sociopolíticas. A ésas se suman una serie de ejes transversales como lo son la cuestión de género, salud, o de cobeneficios y compensaciones. Véase figura 1.
Desde un posicionamiento reflexivo a cerca de las mencionadas paredes y ejes transversales, se propone desde estas páginas el análisis, diagnóstico e identificación de oportunidades para la transición-transformación en el entendido de que una cabal comprensión es imprescindible para cualquier esfuerzo robusto y con mayores posibilidades de éxito, más aún cuando es evidente que en la medida en que las mencionadas paredes sean frágiles o incompletas, la mencionada pirámide no puede edificarse o sostenerse en el mediano-largo plazo.
Figura 1. Principales componentes de las dimensiones de la pirámide de la sustentabilidad y resiliencia urbana. Elaboración propia.
Si bien el proceso en cuestión aterriza en ejes temáticos de análisis y acción, éste se aleja de la típica visión meramente sectorial para, en cambio, apostar por una planeación espacial-territorial y sistémica (léase: Delgado, De Luca y Vázquez, 2015). Así, cuestiones como uso del suelo, movilidad, habitabilidad, abastecimiento de energía, agua y otros recursos, de gestión de residuos, etcétera, son vistas desde una lectura más robusta y holística, permitiendo la construcción de alternativas, políticas y acciones integradas, acordes a la realidad de cada asentamiento, a la identidad sociocultural de cada lugar, a la dimensión de los retos, a las capacidades científico-tecnológicas, y a las condiciones de gobernanza.
Los pormenores de la metodología, herramientas de diagnóstico, generación de escenarios e indicadores, así como de propuestas factibles para el caso de algunas ciudades del Sistema Urbano Nacional, ya se desarrollan alimentándose de diversas experiencias o esfuerzos nacionales e internacionales, ello en el marco de un proyecto de investigación que coordino en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
Reflexión final
De cara a las crecientes pugnas por un derecho a la ciudad, se apuesta por caminar hacia escenarios de transición-transformación mediante la activa y permanente coproducción de conocimiento (Delgado, 2015), ello en tanto punto de partida para constituir imaginarios que habiliten configuraciones territoriales, políticas y prácticas incluyentes, deseables, y aptas de cara a las condiciones, retos y capacidades actuales y futuros.
Mientras, muchas soluciones y medidas positivas son ya bien conocidas y requieren de voluntad política, de capacidades de implementación y de procesos de apropiación social de las mismas, otras sin embargo deberán ser coproducidas y promovidas desde las estructuras institucionales, los actores económicos y la sociedad en su conjunto. La urgencia de este llamado radica en el hecho de que de frente a la creciente transgresión de las fronteras ecológicas planetarias (Steffen et al, 2015), las oportunidades que se pueden aprovechar, o descartar, desafortunadamente dependen de lo que comencemos a hacer hoy día, tanto en lo individual y colectivo, como a nivel institucional y de comunidad.
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Referencias
Banco Mundial. 2010. Climate Finance in the Urban Context. Issues Brief. No. 4. Washington, D.C., EUA.
Delgado Ramos, Gian Carlo. 2016. “Nezahualcóyotl, entre la segregación y los usos indeseables del suelo. Una lectura desde el paradigma de la sustentabilidad y la resiliencia urbana”, en: Los desafíos de la ciudad del siglo XXI. Senado de la República / UNAM – CEIICH, PUEC, PUES. México: 363 -396.
Delgado Ramos, Gian Carlo. 2015. “Complejidad e interdisciplina en las nuevas perspectivas socioecológicas”. Letras Verdes. FLACSO-Ecuador. No. 17: 108-130.
Delgado Ramos, Gian Carlo; De Luca, Zuria, Ana y Vázquez Zentella, Verónica. 2015. Adaptación y mitigación urbana del cambio climático. CEIICH-PINCC, UNAM. México.
McKinsey Global Institute. 2011. Urban World: Mapping the Economic Power of Cities. McKinsey Global Institute. EUA.
Naciones Unidas. Sin fecha. Slum population as percentage of urban, en:http://data.un.org/Data.aspx?d=MDG&f=seriesRowID%3A710
Steffen, Will et al. 2015. “Planetary boundaries: Guiding human development on a changing planet”. Sciencexpress. doi:: 10.1126/science.1259855.
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Notas
[*] Investigador titular B de tiempo completo, definitivo del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México. giandelgado@unam.mx
[1] Comprende la Zona Metropolitana del Valle de México y las principales ciudades que la rodean: Toluca, Pachuca, Tula, Cuernavaca-Cuautla, Puebla, Tlaxcala-Apizaco
Revista TELECAPITA.
10 de Agosto de 2016. México.
Introducción
La urbanización ha alcanzado en el siglo XXI una escala planetaria. Se trata de una tendencia que continuará profundizándose: en 2050 el 66% de la población mundial vivirá en alguna ciudad; hoy es el 54 por ciento. Ese aumento en la población urbana se dará en un 90% en países en desarrollo, con regiones muy dinámicas en Asia y África.
En México, pese a ser ya 72.3% urbano, se experimentará una mayor urbanización al alcanzar una población 86% urbana en el 2050. De las 384 ciudades que hoy día componen el Sistema Urbano Nacional, 135 que conforman el denominado “sistema principal” y que suman 74 millones de habitantes, seguirán expandiéndose. La zona megalopolitana del centro del país así como las zonas metropolitanas de Guadalajara y Monterrey, continuarán siendo dominantes, no sólo en términos de su población sino también por su relevancia económica y política. [1] Otros asentamientos tendrán peso, pero sobre todo en el ámbito local-regional, tal es el caso, por ejemplo, de Tijuana, León, Aguascalientes o San Luis Potosí.
La ciudad contemporánea de cara al siglo XXI
La figura de ciudad contemporánea, resultante de un intenso proceso de expansión del suelo construido así como de importantes flujos migratorios de lo rural a lo urbano, sobre todo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, ha logrado concentrar el grueso de oportunidades de trabajo, del poder político, de medios de producción, educación, infraestructura, servicios, cultura, etcétera. No obstante, enfrenta también cada vez mayores dificultades, límites y retos, tanto económicos, como políticos, socio-culturales y ambientales.
Si bien el perfil e intensidad de tales dificultades, límites y retos varían para cada asentamiento, en general destacan aspectos comunes como lo son: la creciente contribución de lo urbano a la degradación de la naturaleza y a la agudización del cambio climático; el llevar servicios públicos al grueso de población de manera accesible y asequible y mantenerlos operando con calidad en el tiempo; el reto de conlleva la planeación sustentable del territorio con visión de largo plazo; la mejora de la calidad de vida y la habitabilidad urbana; la disminución de las desigualdades imperantes de cara a procesos de gentrificación/segregación; la reducción de vulnerabilidades ante peligros y fenómenos socioambientales; el fortalecimiento de mecanismos de participación ciudadana; etcétera.
El análisis integral de esos y otros aspectos, es decir del fenómeno de “lo urbano” como un todo, es clave en cualquier esfuerzo de transición y transformación de los asentamientos urbanos, los cuales, cabe subrayarlo, se perfilan al mismo tiempo como espacios de oportunidad. En tal sentido, los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) de Naciones Unidas, especialmente el objetivo undécimo aboga por transformar las ciudades, y en general los asentamientos humanos, hacia unos cada vez más inclusivos, seguros, resilientes y sustentables. Del mismo modo, existen otras iniciativas de parte de gobiernos y/o actores no-estatales que abogan por ciudades más vivibles y de bajo carbono (por ejemplo iniciativas como las del C40 – Cities Climate Leadership Group [ww.c40.org], del Council for Local Environmental Initiatives – ICLEI [ww.iclei.org], o las registradas en Carbonn [www.carbonn.org]).
La apuesta no es menor ni lineal, no sólo debido a la diversidad de especificidades de cada ciudad y a la complejidad del proceso mismo de construir estrategias concretas y exitosas, sino además porque no hay un consenso sobre la noción de “ciudad sustentable”, ello en tanto que existe un amplio conjunto de objetivos ambientales, económicos, sociales, políticos, demográficos, institucionales y de gobernanza que pueden perseguirse, sea de manera incluyente o desigual, y a diversas escalas. Este último punto es de importancia pues una ciudad no sólo se debería considerar su sustentabilidad dentro de sus límites biofísicos, sino también tendría que reducir o evitar la transferencia de costos socioambientales a otros territorios (incluyendo aquellos de devienen de la importación de bienes y servicios).
Aunado a lo antes dicho, una ciudad resiliente, se perfila normativamente hablando como aquella que en toda la complejidad de sus redes socioecológicas y sociotécnicas constitutivas, tiene la capacidad para transformar, transitar, mantener o regresar rápidamente a funciones socioeconómicas, político-institucionales y ecológicas deseadas de cara a perturbaciones, todo con el objeto de reducir las desigualdades sociales, adaptarse ante los efectos del cambio climático y la degradación ambiental, y transformar oportunamente los sistemas que limitan la capacidad adaptativa, actual y futura.
Lo dicho significa entonces que cualquier noción de ciudad sustentable (y resiliente) es obligadamente de carácter reflexiva en tanto que requiere de un posicionamiento explícito sobre qué entendemos puntualmente por sustentabilidad y de cómo planteamos concretamente transitar y transformar los asentamientos urbanos de hoy día.
Caminando hacia ciudades sustentables y resilientes: una breve mirada
En el esfuerzo para transformar-transitar hacia ciudades sustentables y resilientes, cuatro son las dimensiones o paredes constituyentes de lo que he calificado (Delgado, 2016) como pirámide de la sustentabilidad y resiliencia urbana: (1) la dimensión ecológica o dinámicas biofísicas, (2) la económica, (3) la socio-cultural, y (4) la de gobernanza o de competencias y estructuras sociopolíticas. A ésas se suman una serie de ejes transversales como lo son la cuestión de género, salud, o de cobeneficios y compensaciones. Véase figura 1.
Desde un posicionamiento reflexivo a cerca de las mencionadas paredes y ejes transversales, se propone desde estas páginas el análisis, diagnóstico e identificación de oportunidades para la transición-transformación en el entendido de que una cabal comprensión es imprescindible para cualquier esfuerzo robusto y con mayores posibilidades de éxito, más aún cuando es evidente que en la medida en que las mencionadas paredes sean frágiles o incompletas, la mencionada pirámide no puede edificarse o sostenerse en el mediano-largo plazo.
Figura 1. Principales componentes de las dimensiones de la pirámide de la sustentabilidad y resiliencia urbana. Elaboración propia.
Si bien el proceso en cuestión aterriza en ejes temáticos de análisis y acción, éste se aleja de la típica visión meramente sectorial para, en cambio, apostar por una planeación espacial-territorial y sistémica (léase: Delgado, De Luca y Vázquez, 2015). Así, cuestiones como uso del suelo, movilidad, habitabilidad, abastecimiento de energía, agua y otros recursos, de gestión de residuos, etcétera, son vistas desde una lectura más robusta y holística, permitiendo la construcción de alternativas, políticas y acciones integradas, acordes a la realidad de cada asentamiento, a la identidad sociocultural de cada lugar, a la dimensión de los retos, a las capacidades científico-tecnológicas, y a las condiciones de gobernanza.
Los pormenores de la metodología, herramientas de diagnóstico, generación de escenarios e indicadores, así como de propuestas factibles para el caso de algunas ciudades del Sistema Urbano Nacional, ya se desarrollan alimentándose de diversas experiencias o esfuerzos nacionales e internacionales, ello en el marco de un proyecto de investigación que coordino en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
Reflexión final
De cara a las crecientes pugnas por un derecho a la ciudad, se apuesta por caminar hacia escenarios de transición-transformación mediante la activa y permanente coproducción de conocimiento (Delgado, 2015), ello en tanto punto de partida para constituir imaginarios que habiliten configuraciones territoriales, políticas y prácticas incluyentes, deseables, y aptas de cara a las condiciones, retos y capacidades actuales y futuros.
Mientras, muchas soluciones y medidas positivas son ya bien conocidas y requieren de voluntad política, de capacidades de implementación y de procesos de apropiación social de las mismas, otras sin embargo deberán ser coproducidas y promovidas desde las estructuras institucionales, los actores económicos y la sociedad en su conjunto. La urgencia de este llamado radica en el hecho de que de frente a la creciente transgresión de las fronteras ecológicas planetarias (Steffen et al, 2015), las oportunidades que se pueden aprovechar, o descartar, desafortunadamente dependen de lo que comencemos a hacer hoy día, tanto en lo individual y colectivo, como a nivel institucional y de comunidad.
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Referencias
Banco Mundial. 2010. Climate Finance in the Urban Context. Issues Brief. No. 4. Washington, D.C., EUA.
Delgado Ramos, Gian Carlo. 2016. “Nezahualcóyotl, entre la segregación y los usos indeseables del suelo. Una lectura desde el paradigma de la sustentabilidad y la resiliencia urbana”, en: Los desafíos de la ciudad del siglo XXI. Senado de la República / UNAM – CEIICH, PUEC, PUES. México: 363 -396.
Delgado Ramos, Gian Carlo. 2015. “Complejidad e interdisciplina en las nuevas perspectivas socioecológicas”. Letras Verdes. FLACSO-Ecuador. No. 17: 108-130.
Delgado Ramos, Gian Carlo; De Luca, Zuria, Ana y Vázquez Zentella, Verónica. 2015. Adaptación y mitigación urbana del cambio climático. CEIICH-PINCC, UNAM. México.
McKinsey Global Institute. 2011. Urban World: Mapping the Economic Power of Cities. McKinsey Global Institute. EUA.
Naciones Unidas. Sin fecha. Slum population as percentage of urban, en:http://data.un.org/Data.aspx?d=MDG&f=seriesRowID%3A710
Steffen, Will et al. 2015. “Planetary boundaries: Guiding human development on a changing planet”. Sciencexpress. doi:: 10.1126/science.1259855.
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Notas
[*] Investigador titular B de tiempo completo, definitivo del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México. giandelgado@unam.mx
[1] Comprende la Zona Metropolitana del Valle de México y las principales ciudades que la rodean: Toluca, Pachuca, Tula, Cuernavaca-Cuautla, Puebla, Tlaxcala-Apizaco