Delgado Ramos, Gian Carlo. "Cambio climático, seguridad alimentaria y ciudades" en: Serbin, A., Martínez, L., Ramanzini, H., Jr. coord. ¿Atlántico vs. Pacífico?: América Latina y el Caribe, los cambios regionales y los desafíos globales. Cries. Buenos Aires, Argentina. 2014. pp. 567 - 598. ISBN: 9803171968.
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Introducción
Cerca del 14% de los gases de efecto invernadero (GEI) son atribuibles a la agricultura y entre el 17% y el 32% si se consideran los efectos del cambio de uso de suelo (Pelletier y Tyedmers, 2010). Dado que las dietas urbanas se han tornado cada vez más intensivas en agua y energía, sobre todo debido al aumento del consumo de carnes, lácteos y diversos alimentos procesados (véase más adelante), se puede sostener que los asentamientos urbanos modelan, en cierto sentido y medida, las dinámicas territoriales y los ritmos de las emisiones directas e indirectas asociadas a la alimentación, más allá de sus propias fronteras (Galloway et al, 2007; Gerbens-Leenes et al, 2010).
Reconocer tal situación ante el esperado aumento de la población mundial y los potenciales efectos del cambio climático y de su posible agudización, pero también frente a las fronteras ecológicas o a los límites de los ciclos biogeoquímicos del planeta, es elemental tanto por cuestión de seguridad alimentaria de las naciones, como de la seguridad de la población. El reto es ciertamente mayor en países donde el grueso de su población ya es urbana, y sobre todo, cuando se trata de países pobres, como los latinoamericanos.
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Cerca del 14% de los gases de efecto invernadero (GEI) son atribuibles a la agricultura y entre el 17% y el 32% si se consideran los efectos del cambio de uso de suelo (Pelletier y Tyedmers, 2010). Dado que las dietas urbanas se han tornado cada vez más intensivas en agua y energía, sobre todo debido al aumento del consumo de carnes, lácteos y diversos alimentos procesados (véase más adelante), se puede sostener que los asentamientos urbanos modelan, en cierto sentido y medida, las dinámicas territoriales y los ritmos de las emisiones directas e indirectas asociadas a la alimentación, más allá de sus propias fronteras (Galloway et al, 2007; Gerbens-Leenes et al, 2010).
Reconocer tal situación ante el esperado aumento de la población mundial y los potenciales efectos del cambio climático y de su posible agudización, pero también frente a las fronteras ecológicas o a los límites de los ciclos biogeoquímicos del planeta, es elemental tanto por cuestión de seguridad alimentaria de las naciones, como de la seguridad de la población. El reto es ciertamente mayor en países donde el grueso de su población ya es urbana, y sobre todo, cuando se trata de países pobres, como los latinoamericanos.