MARTÍN HERNÁNDEZ ALCÁNTARA
La Jornada de Oriente. Lunes 9 de noviembre.
México, 2009.
Las naciones en desarrollo que son sometidas por las grandes potencias a través del cobro de préstamos económicos desorbitados están en su derecho de hacerles efectivo a esos países el cobro de la “deuda ecológica”, es decir, la retribución que debe dárseles por la depredación de sus recursos naturales o por ser destino de los desechos tóxicos expulsados por aquéllos, sugirió Joan Martínez Alier.
El teórico catalán, impulsor de la ecología política o de la ecología humana, dictó el pasado viernes al mediodía una conferencia magistral en el salón de usos múltiples “Carlos Marx” de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP).
El economista estuvo acompañado de Gian Carlo Delgado, investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (Ceiich) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a cuyas instancias y las del Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales de la UAP Martínez Altier se apersonó en la Facultad de Economía de la máxima casa de estudios local.
Durante su disertación, el autor de La ecología y la economía hizo una explicación teórica de los puntos de encuentro y exclusión que la ciencia económica y la ecología han tenido históricamente; también hizo un repaso de los movimientos populares de defensa del patrimonio ambiental en varias partes del mundo, y explicó los principales postulados del pensamiento de la ecología política.
El público que acudió a escuchar a Joan Martínez Alier fue variopinto: por obvias razones predominaban los economistas, aunque también hubo presencia de sociólogos, antropólogos, filósofos, comunicólogos, ingenieros, arquitectos, periodistas y activistas.
Varios de esos asistentes, al tomar la palabra, reconocieron las aportaciones del maestro catalán al trabajo interdisciplinario y resaltaron las aportaciones valiosas que sus propuestas hacen no sólo para el estudio riguroso de la relación entre la acumulación de capital y el deterioro del planeta y de la calidad de vida de millones de personas, sino también como una visión de largo aliento que puede ayudar a solucionar los problemas de crisis mundial y depredación ambiental que padece el planeta.
Desesperanza de la política
La exposición de Martínez Alier fue abundante en registros históricos y axiomas, pero se podría decir que la atravesó una idea básica: el desequilibrio en el mundo en una parte es resultado de la voracidad de los grandes capitales que explotan irracionalmente los recursos de las naciones pobres e incluso depositan ahí la basura que generan.
Esa ambición ilimitada no sólo produce daños irreversibles a la naturaleza, sino que cada vez más se cobra con la vida de millones de personas que son obligadas a desplazarse de sus lugares de origen simplemente porque en esos sitios hay recursos que los grandes consorcios transnacionales codician.
Por dichas razones, para Martínez Alier es vital que los movimientos populares de defensa del medio ambiente que se han generado alrededor del mundo se fortalezcan, pero sobre todo, que los gobiernos de las naciones en vías de desarrollo tomen la bandera de esas organizaciones, para hacerlas válidas en foros internacionales, a fin de hacer efectiva la “deuda ecológica”.
El catedrático de Economía e Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona inició su plática resaltando la tradición académica que ostenta la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Puebla, y en seguida recordó que el nacimiento de la ecología política tiene más o menos 25 años.
Rememoró que hasta hace tres décadas la economía y la ecología eran ciencias separadas. Los ecólogos estaban entonces concentrados en el estudio de los ecosistemas, pero no les interesaba la acción e interacción de la especie humana en ellos.
Hoy, recalcó, se tiene la creencia errónea de que los movimientos ecologistas tienen su origen y están sólo bien estructurados en Estados Unidos, en organizaciones representativas como Greenpeace.
Explicó que en su momento él y otros teóricos empezaron a elucubrar un andamiaje teórico que conjugara la visión crítica del marxismo y del anarquismo, con el análisis de problemas ecológicos y sociales, con aportaciones de las escuelas agraristas.
En ese sentido, señaló que los agraristas rusos del siglo XIX son los verdaderos precursores de los movimientos ecologistas que hoy prevalecen en el mundo, y hasta reveló que el apotegma zapatista de “Tierra y Libertad”, fue traído a México por troskistas.
Mencionó que recientemente había encontrado en la internet una conferencia que dictó, en 1992, en un cónclave de partidos de izquierda para la región, a la que acudieron varios líderes que fueron presidentes, candidatos a la presidencia o que hoy son presidenciables, como Daniel Ortega, mandatario nicaragüense; Aurelio García, actual asesor de Luis Ignacio Lula da Silva, el titular del Poder Ejecutivo en Brasil, la plana mayor del Partido de la Revolución Democrática.
Martínez Alier les habló a esos políticos del efecto invernadero, de la pérdida de biodiversidad y de otros fenómenos que en su momento no fueron considerados seriamente por los gobiernos y teóricos del mundo, pero que hoy son motivo de preocupación, análisis y debate.
En esa lógica, se refirió a que varios activistas o convencidos de la ecología política hoy son candidatos a las presidencias de sus respectivos países en candidaturas que tienen más un talante testimonial que una verdadera posibilidad de llegar al cargo; entre ellos mencionó a Mariana Silva, quien procede del movimiento ecologista popular en Brasil, compañera de Chico Méndes, uno de los más destacados luchadores e impulsores del ecologismo popular, o el ecologismo de los pobres.
Un caso similar, apuntó el conferenciante, es el de Marco Arana Zegarra, agitador en contra de una mina de oro a cielo abierto en Cajamarca y ex sacerdote que será postulante a la primera magistratura en Perú.
Empero, Martínez Alier aseveró: “yo no creo que con elecciones y con candidatos se cambie al mundo, porque muchas veces la experiencia enseña que los intereses reales someten a la gente y entonces terminan haciendo cosas que nunca pensaron que iban a hacer”.
Las luchas continuarán
El economista catalán expresó: “había personas en 1992 que con su alegría por el triunfo occidental en la guerra fría no querían darse cuenta de que las luchas sociales por un mundo más igual tenían que continuar. No veían entonces estas personas que los lamentables regímenes de la URSS y de la Europa del Este no solucionaron estas luchas, antes las fomentaron, al engañar por tantos años a una parte de los pobres del mundo (...)”.
Martínez Alier agregó que también les advirtió en aquella época que los problemas derivados de las agresiones terribles del capital al medio ambiente acrecentarían las movilizaciones sociales
Añadió que la caída del muro dejó al desnudo la escasa importancia que el sistema neoliberal, a pesar de las economías planificadas cuyo único objetivo era el crecimiento desaforado del Producto Interno Bruto (PIB) le prestó a los asuntos ecológicos, pero que, del otro lado, en el régimen socialista, también habían quedado expuestas las carencias de visión sobre un tema tan importante.
“Lo que mucha gente vio como el fracaso de hace 20 años para mí fue bueno, como un alivio, porque se podían volver a discutir, en condiciones de igualdad, temas que habían quedado arrinconados, como la relación ecología–economía por parte de la izquierda”, aseveró el catedrático marxista.
En esa ruta crítica, Martínez Alier expresó que el mercado destroza al medio ambiente y que para él no cuenta el futuro, porque no considera a la gente que no ha nacido, pero tampoco toma en cuenta la supervivencia de otras especies, y eso queda demostrado en la extinción dramática y acelerada de muchas de ellas.
“El mercado no tiene en cuenta a los pobres, no tiene en cuenta al futuro, y no tiene en cuenta a las otras especies”, asentó.
En Estados Unidos y en algunos países europeos, como Alemania, no se consideró el tema del medio ambiente, y las consecuencias que algunas tecnologías y el crecimiento industrial suponían a la ecología. Por eso, añadió, hubo un enorme crecimiento de armas y plantas nucleares, con la consecuente respuesta social de movilización contra la carrera armamentista.
Del lado socialista, aunque también hubo un desarrollo inusitado y pavoroso de la tecnología nuclear, no aparecieron las movilizaciones ciudadanas contra ese crecimiento, lo cual pudo haber evitado tragedias tan terribles como la explosión de la planta en Chernobil.
Los problemas derivados de los abusos en las tecnologías han generado respuestas de la sociedad que ahora, en los países industrializados, se organiza para exigir rendición de cuentas a sus autoridades sobre las decisiones que toman en la materia, la mayoría de las veces sin consultar a los ciudadanos.
Ecologismo de los pobres
Joan Martínez también se refirió al ecologismo de los pobres. Los estudios en esta área, explicó, se orientan a las reacciones que surgen cuando el crecimiento económico que repercute en el aumento del metabolismo de la sociedad y la subsistencia de muchos humanos, cuyos territorios son invadidos por las empresas que van a extraer sus recursos naturales.
Pero los conflictos no son sólo de explotación, sino también de colocación de residuos, porque en la medida en que aumenta el uso de energía también se elevan los desechos.
Ambas acciones nocivas, la depredación de los recursos naturales y el confinamiento de basura y otros agentes contaminantes produce efectos no sólo sobre el medio ambiente, si no también sobre los seres humanos, y esos perjuicios pueden considerarse como deuda ecológica.
Hoy mismo, señaló Joan Martínez Alier, hay líderes en el mundo, en los países en vías de desarrollo, que quieren hacer efectiva esa deuda ecológica. Uno de ellos es el presidente boliviano Evo Morales, quien quiere cobrarle a los países ricos la deuda por el carbono, por el uso desproporcionado de la atmósfera y de los océanos para colocar desechos.
En otras naciones, abundó, como Ecuador, también se están generando movilizaciones en el sentido de hacer una alianza con Bolivia y con otros países para plantear el asunto de la deuda ecológica en la Cumbre de Copenhague sobre el clima.
Gran alianza
“Los críticos ecológicos de la ciencia económica estamos de acuerdo en que los pasivos ambientales no salen en la contabilidad de las empresas mineras o de las empresas forestales. Los economistas usan esta palabra tan extraña, ‘externalidad’, como si el cambio climático fuera una cosa extraña, ajena y que apareció por que sí. Pero la verdad es que los pasivos se hacen visibles cuando la gente protesta, cuando la gente llama la atención sobre lo que está pasando”, asentó.
Martínez Alier se refirió a la teoría de la segunda contradicción del capitalismo, que elucubró su colega y amigo John O’ Connor, autor del libro La crisis final del capitalismo y coofundador de la revista Ecología política.
La primera contradicción, postulada por Marx, asegura que cuando los capitalistas pretenden generar la misma producción con menos trabajadores o reduciendo salarios para obtener más ganancia, provocan una disminución en el consumo. La segunda contradicción señala que la voracidad del mercado por explotar los recursos naturales terminará agotándolos para siempre.
En toda su disertación, Martínez Alier ensalzó las luchas populares por la defensa del medio ambiente, y habló de casos específicos en México. Mencionó en varias ocasiones la oposición de ecologistas, vecinos y ciudadanos en todo el país al daño que están produciendo las granjas Carroll, ubicadas en los límites de los estados de Puebla y Veracruz.
Incluso celebró la realización de la Quinta Asamblea Nacional de Afectados Ambientales en la localidad de Chichicuautla, del municipio de González Ortega, en la región de Libres–Oriental, y propuso que se generara un frente amplio para exigir justicia ambiental a las autoridades y a las empresas contaminantes.
Por su parte, Gian Carlo Delgado se refirió a las diversas luchas ambientales que están desarrollando organizaciones civiles y populares a lo largo del territorio mexicano y las contradicciones que el sistema está produciendo constantemente en un afán por proteger a los grandes capitales que depredan el medio ambiente.
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Investigador titular C adscrito al Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores de México (nivel III, CONAHCYT); miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias; rapporteur del Multidisciplinary Expert Scientific Advisory Group del GEO-7 (PNUMA); integrante del Comité del PRONACES Sistemas Socioecológicos y Sustentabilidad del CONAHCYT y parte del Consejo Ejecutivo de la Red Mexicana de Científicos por el Clima.